Siempre que me propongo hacer un nuevo jabón tengo en la mente los ingredientes más equilibrados, la perfecta combinación de esencias, la técnica más compleja y los colores más delicados, vaya, EL JABÓN perfecto!! Pues bien, de vez en cuando, todo esto se convierte en pequeñas catástrofes. Horror, la traza se ha acelerado taaaanto que es imposible hacer otra cosa más que meter la masa a cucharones en un molde; aaaaahh no he añadido esa combinación maravillosa de aromas y ya está en el molde; oooooh los colores han migrado o se han apagado de intensidad; vaya, esos firulillos parecen más bien churros!!!
Pero claro, no es cuestión de desperdiciar esos ingredientes tan buenos por lo que el refundido es la mejor opción. A mí, personalmente, me gusta mucho el resultado, aunque no se puedan hacer técnicas y el aspecto sea más rústico el resultado es un jabón muy suave y cremoso.
La técnica es bastante simple, se trata de trocear o rallar el jabón lo más pequeño posible, calentarlo hasta fundir y conseguir una mezcla lo más homogénea posible. De todos modos, hay que seguir unas mínimas pautas, sobre todo con el tema del añadido de líquido.
Pesamos el jabón ya troceado y le añadimos un 10% de agua u otro líquido si queremos enriquecer más nuestro jabón (leche, infusiones..) No hay que pasarse con el agua, máximo el 20% aunque parezca que la masa lo está pidiendo a voces. Toda el agua de más la tendrá que perder durante el secado y hará que el jabón se nos deforme y pueda estropearse.
Podemos calentar el jabón en el microondas pero yo prefiero hacerlo al baño maria, muy lentamente y removiendo de vez en cuando durante 2 horas. Así el jabón queda más homogéneo, suave y sin burbujas. Una vez fundido es el momento de añadirle el ingrediente o aroma que nos hemos dejado, también podemos darle color, y enmoldar. Al ser una masa más compacta y un pelín gomosa, hay que ir con cuidado que no queden huecos sin rellenar. Y listo, aquí van unos ejemplos
Jabón de chocolate y naranja
Jabón de cítricos
Jabón de manzanilla y caléndula